Seminarios Espirituales

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La Búsqueda

Hoy doy inicio a este blog manifestándoles la alegría que siento por la oportunidad de comunicarme por este medio.

Nos reunimos aquí motivados por la profunda unión que existe en nuestras almas de celebrar este encuentro, sabemos que hemos nacido en diversos lugares de la tierra, hemos sido educados e instruidos en diferentes culturas y por fin queridos amigos/hermanos nos estamos reencontrando.

Les cuento un poco acerca de mí 

Nací en Santiago de Chile, hija de padres separados, lo que no es novedad en estos tiempos, madre dulce en mi niñez, con variedad de hermanos, mis padres me educaron en un colegio católico los primeros años, extraña experiencia por cuanto muchas cosas “normales” se consideraban pecados, algunas religiosas eran alegres y daban gusto, especialmente con quien aprendí a leer con el silabario, y en quinto año, recuerdo a una monjita de rostro gris, grandes ojos, exenta de toda alegría y amor por la vida, era como si su luz se hubiera apagado. 

Era inquieta y me encantaba aprender, de muy pequeña leí algunas partes del antiguo testamento y para mi sorpresa, tuve mi primer cortocircuito al conocer a ese  personaje despiadado: ¡no puede ser dios! me dije. Con mi entorno me sentía tan extraña, como si fuera una extraterrestre en el planeta, tampoco me convencía esto de venir a casarse, tener una profesión, hijos y luego desaparecer, tiene que haber algo más me decía. Los comportamientos de algunos adultos cercanos para conseguir su objetivo a través de la culpa, la manipulación, las críticas constantes y descalificaciones no me gustaban para nada y por supuesto, me rebelaba. Muchas veces simplemente desaparecía y me iba a refugiar a la casa de una tía. Luego en mi adolescencia me fui hacia adentro y me convertí en una joven tímida e introvertida. Amaba y aún amo leer y aprender, desde pequeña me devoraba enciclopedias completas de arte y de historia universal, personajes célebres y otros más desconocidos pero no menos interesantes, descubrimientos, inventos, etc, era tan exagerada que hasta al baño me llevaba unos tremendos tomos de “Lo sé todo” (asi se llamaba) y mi mejor excusa para no ir a misa los domingos era, eso mismo, un libro.

Cuando cursaba cuarto año de derecho tuve una profunda crisis existencial

Al definir mis estudios las opciones eran psicología, derecho y licenciatura en historia. Tenía claro que la carrera debía ser humanista, ya a punto de postular, una hermana me dijo que en psicología me llevarían a la morgue y tendría que presenciar una autopsia, ni idea de donde sacó eso, pero bastó para que pusiera derecho en primer lugar y psicología después, bueno, no era cierto, según lo supe con posterioridad, así es que luego a través de cursos y de forma autodidacta hice una carrera informal en psicología jajaja. Cuando cursaba cuarto año de derecho tuve una profunda crisis existencial, con la total incomprensión del entorno, recibiendo si el apoyo de mi padre en conversaciones, compra de libros de desarrollo personal-así descubrí a mi querido Wayne Dyer con su libro “Tus zonas erróneas”, mi madre entre que me apoyaba y perdía la paciencia por razones obvias. Decidí por iniciativa propia ir a consulta con un psicólogo de la universidad, mi querido Renato Ruiz quien me “apadrinó” y fue un auténtico guía en esos momentos que lo necesitaba, me mantuve firme en mis sesiones con él, ya que era escuchada, contenida y me brindaba otros puntos de vista, me ayudaba a crecer, aunque todos en casa pensaban que sólo los locos iban al psicólogo. Tomé unos cursos en Derecho Canónico con un sacerdote muy simpático y luego con un profesor muy especial, recuerdo que hice un trabajo que me encantó, sobre el evangelio según San Marcos y ahí el encuentro con el Nuevo Testamento fue diferente, pues la palabra “Despertar” me hizo sentido ya que el “castigo” es reemplazado por el “Amor”, lo leí muchas veces y me movió internamente. “Despertar” “despertar” resonaba en mi cabeza.

Recuerdo una de mis primeras experiencias de despertar en un bus, algo me sucedió de repente, iba en el primer asiento, y fue como que el tiempo se detuviera, hasta el aire lo percibía diferente, el ambiente, todo y comencé a mirar a mi alrededor y a todos los pasajeros les pasaba “algo raro”, en ese momento no lo supe definir, ¿qué les pasa pensaba dentro de mi?, estaban todos como idos, con mirada perdida, sus cuerpos raros, extraños………estaban pero no estaban, cual cuerpos vacíos……

Al finalizar mi carrera de derecho, me acuerdo perfecto que me dije ahora quiero aprender las leyes de Dios, pues vivía en mi un profundo anhelo de encontrarle sentido a la vida y conocer las leyes que rigen el universo, tenía claro que las leyes del hombre eran una cosa y la de Dios otra.

Así recibida en plena crisis económica de los años 80 cuando los profesionales manejaban taxis y no había empleo, queriendo ser independiente viniendo de una familia en que trabajar en un empleo toda la vida era lo habitual. Además, me había propuesto modificar pautas de conducta que sentía no me eran favorables, la superación personal era mi meta, quería sentir más confianza en mí misma, comunicarme mejor, comprender el mundo y los misterios de la vida, quería encontrar el significado de la existencia y descubrir el sentido de lo divino en el mundo y así me sumergí de lleno a buscar una escuela espiritual que me guiara. A mi familia no le gustó mucho la idea, la verdad estoy tildada de "rara" hasta el día de hoy, mi padre y mi madre sí me apoyaron y me amaron incondicionalmente en esa búsqueda y el temor de  mamá de “que me iba a alejar de Dios”, pasó a un profundo respeto tiempo después al ver los cambios experimentados en mí; de hecho en mis primeras excursiones en la búsqueda de una escuela espiritual o filosófica, mi padre me acompañó más de una vez, muy intrigado y curioso por estas cosas que me gustaban a mí, estuve en yoga, me hice vegetariana, me leía cuanto libro de desarrollo personal cayera en mis manos, tomé cursos, talleres, etc. Salí de una escuela de yoga y mi madre ingresó a continuación, hasta que llegué a una escuela filosófica donde desde el primer día me dije “aquí es”. Me había leído tiempo atrás El Kibalyon y la voz de “hermetismo” me hizo tilín, ahí tuve el encuentro con un auténtico maestro, cuyas enseñanzas aún estoy procesando. Mi paso por la “Escuela” dejó una profunda e inolvidable huella en mi y siempre estaré agradecida de sus enseñanzas, ejercicios y disciplinas que me han servido durante toda mi vida, significó un verdadero entrenamiento para la vida y muchas experiencias difíciles que he tenido, he podido sobrellevarlas y sobre todo procesarlas, gracias a ello. Éramos un grupo pequeño y un número aún más pequeño muy unidos, de hecho hasta hoy conservo profunda amistad con algunas personas de aquellos años. 


Debo reconocer que gran parte de mi vida, aunque estuviera rodeada de personas,  me sentí en una auténtica “orfandad”, literalmente “hija única”, sólo después de muchos años ya adulta he podido encontrar más almas que al igual que en mi caso eran tildados de “raros”, que buscaban comunión de almas.

En un mundo en que casi todo es un evento y formalidad, contacto de superficie a superficie encontrar a quien quiera ir más allá no era tan fácil. Siempre he buscado la belleza, el amor, el compartir desde lo esencial, lo divino, pero en esta búsqueda, a quienes encontré no todos se habían conectados a una auténtica espiritualidad.  Ya en ésta escuela y con los libros de mi maestro, me dije aquí es y permanecí allí por muchos años, hasta que casi después de 2 décadas quise probarme sola, ya que lo importante es lo que incorporas de verdad en ti, estés aquí en Chile o en cualquier otro lugar del mundo.

Y de las experiencias más significativas de mi vida ha sido sin duda alguna, el ser mamá, recuerdo con gran amor y ternura la primera vez que nos miramos y como ese bebé soltó mi pecho y me regaló la sonrisa más maravillosa de la creación. 

Mi pasión es la vida, considero que es una aventura extraordinaria y hasta en los momentos más difíciles que he experimentado, soy una optimista empedernida, nuestro Padre nos hizo con un amor increíble y mientras más mística he sido y más estudio al ser humano y cómo está hecho, no me cabe duda que es una obra maestra.  Con un ser humano consciente no se necesitarían leyes ni reglamentos,  pues los conflictos simplemente se esfumarían. Sé que podemos lograrlo, tal vez no todos, pero si un grupo pequeño que irá creciendo y ser la simiente de una nueva Humanidad.


Tengo total convicción que somos un Espíritu viviendo una experiencia humana y que el cuerpo es un hermoso traje…

En estos años he experimentando vivencias que luego las he encontrado descritas en libros, y gracias a ellas, tengo total convicción que somos un Espíritu viviendo una experiencia humana y que el cuerpo es un hermoso traje, y que por muy traje que sea, encierra aún grandes misterios, pues es un vehículo vibratorio, así como la nave de la película Contacto. Es mucho más lo que no vemos que lo que percibimos por nuestros sentidos.

La respiración algo tan simple y natural puede llegar a ser una experiencia única, que nos llena de energía y nos conecta al flujo de la vida misma. Nuestra intuición y las inspiraciones son un regalo del cielo, nos conectan hacia informaciones desde los mundos sutiles, necesitamos conectar con esos estados superiores que surgen cual flash de imágenes o frases en nuestra consciencia, como también aprender a escuchar nuestros cuerpos,  y que por estar tan dormidos, muchas veces dejamos pasar sus señales y luego se ven materializadas en cosas o estados que no deseamos. El cuerpo es una antena que siempre avisa.

Entre todos mis estudios, cursos, talleres, seminarios y un cuanto hay en crecimiento personal y espiritual que he estado, más todo lo autodidacta que puedo ser, siento que ahora a mis 61 años en continuo aprendizaje, estoy renaciendo a la mejor parte de mi vida, es como tomar todas mis vivencias, procesarlas, quintaesenciarlas y tener la convicción de que lo mejor está por venir, y en la belleza de la vida, llegan ustedes y tantos jóvenes que en su generosidad nos permiten compartir. Así es que de mi alma a la de ustedes:

¡Infinitas Gracias!