Seminarios Espirituales

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Sanación Emocional

Mucho se habla del camino del despertar y de estar en el momento presente. Para ello se requiere de algunos pasos previos.

Si bien el respirar consciente, el lentificar los movimientos, el moverse c o n s c i e n t e m e n t e, te hace estar aquí y ahora, se requiere de una disciplina de vida, auto observación y significado.

El lema “Conócete a ti mismo”, adquiere hoy más que nunca un significado.

No es un secreto que hemos sido condicionados desde la infancia, nuestros padres, hermanos, la familia en general, el colegio, la cultura de un país, la religión, nos han inculcado en nosotros una serie de creencias que se han transmitido de generación en generación. Una buena parte de nuestro tiempo en la tierra, la dedicamos  a descubrir quienes somos y que es real en nosotros y que no. Nuestra luz es tapada por un sistema de conceptos, creencias y mandatos que no nos pertenecen. Pareciera que esa curiosidad, esa viveza de la infancia, esos deseos de experimentar asustaban a quienes nos rodeaban, y el querer niños “manejables” predominaba.

Sabemos que todo “lo aprendido” no es real, los mandatos familiares, no son reales, “la religión” tampoco lo es. Si hubiéramos nacido en otra familia, en otro continente, tendríamos una personalidad distinta y nuestras creencias estarían afectadas por la cultura del lugar donde nos tocó nacer o vivir la mayor parte de nuestra vida. Por lo tanto, todo aquello que ha sido implantado en nuestro cerebro desde fuera a costa de la repetición de mensajes, no constituye lo que somos, así también nuestra profesión u oficio representa lo que “hacemos”. Somos mucho más que todo eso. Ahora si hubiéramos nacido en el seno de familias “felices” podría entenderse, pero perpetuar normas “infelices” carece de toda lógica y de sentido; sin embargo, se premia la transmisión de mandatos en un “colectivo” familiar y se castiga a las ovejas arcoíris.

Cada vez que repetimos nuestro “modo de ser”, las pautas habituales de conductas comienzan a “solidificarse”, se crean rutas en nuestro cerebro que funcionan modo piloto automático. Es como si en nuestro interior existieran ciertos botones, que ante tal estímulo, ¡zas! se activa un mecanismo u otro en nosotros. Hasta que llega un momento en que nos damos cuenta que la “realidad” no es aquello que nos hicieron creer, que existe en nuestro interior una chispa que comienza a ganar terreno, que cuando nos conectamos con ella, nos invade la paz, nos sentimos parte del universo y un nuevo sentimiento comienza a crecer y expandirse dentro de nosotros, y las paredes que separaban lo “de adentro” con lo “de afuera” pareciera que comienzan a disolverse. En base a una constante autoobservación, libreta en mano, vamos detectando cómo funciona nuestra “maquinita”. Comenzamos a ser capaces de percibir cuando los demás duermen y cuando están despiertos. Respecto de nosotros mismos, nos damos cuenta sólo cuando volvemos a despertar, el resto del tiempo, el sopor nos inunda.

El Switch

Esa mochila de experiencias y dolores que vamos acumulando en la vida, empieza a hacerse más liviana y nos damos cuenta que no se trata sólo de hacerse una terapia para resolver una situación, sino que la sanación viene de algo más profundo, de hecho ni los estudiosos de la mente se libran del sueño. Son años de crecimiento, de cuestionamiento interno, disciplinas y prácticas espirituales, de compartir con nuestros compañeros y compañeras de viaje y apreciar que hay tantas experiencias comunes, vamos detectando patrones, en nosotros mismos y en los demás, comenzamos a ver las veces que caímos o tropezamos con la misma piedra y vemos como la vida con su infinita sabiduría nos pone las personas y las situaciones precisas para que “despertemos”. Si necesitas aprender a amarte, adivina a quien te pondrá en el camino. Muchas veces llegamos  incluso a una situación límite y es así donde surge el milagro.

Cada pensamiento, cada emoción, cada sentimiento genera en nuestro organismo cambios bioquímicos que generan en nosotros “adicciones”, a situaciones y a personas, para atraer “más de lo mismo”. Repetimos pautas heredadas una y otra vez, dramas de control y así transcurre el tiempo, hasta que en algún momento de nuestra historia somos capaces de verlo en toda su magnitud, comenzamos a comprender de qué estamos hechos y cómo funcionamos. Por fin somos capaces de ver lo que nos habíamos negado, y poco a poco, sin criticarte, sin descalificarte, sin autohechizarte, todo comienza a tener sentido, captas de donde viene tal o cual conducta, por qué estuviste con cual o tal persona, por que vivenciaste tal situación, te enfrentas cara a cara con el teatro de tu vida, que había en tu interior y aún más, puedes ver a los demás sin máscaras también, comprendes lo que tu cuerpo sentía con determinadas personas, las alertas y alarmas que te avisaban, las veces que te alejaste pero nuevamente atraída como un imán volvías, detectas las manipulaciones, los gestos, las miradas, las atracciones, los desprecios abiertos, los intereses, el desamor, las justificaciones, todo el circo que te rodeaba.

Sin duda no es una experiencia fácil, requiere coraje, madurez y valentía, tomar distancia, darte el tiempo y con esta experiencia liberadora, decides que no más teatro en tu vida, que si te vas a relacionar quieres relaciones de verdad, con gente real y no con simulacros. Ya conoces la alegría que se siente cuando tocas el alma de otra persona y esa persona toca también tu alma; y, no me refiero sólo a una relación de pareja, sino que a relaciones “humanas”, de personas que ya no quieren seguir fingiendo lo que no son para ser socialmente aceptadas, ni se someten a mandatos familiares coercitivos que los dañan para no ser “excluidos” o evitar sentirse solos. Te niegas a seguir siendo una “víctima” de nadie ni de las circunstancias. Comienzas a mirarte de una nueva manera, comienzas a amarte, a valorarte, a apreciarte por lo que en verdad eres y por lo que vales. Te alejas de lo que ya sabes que no es real, ya no necesitas ni de mal trato abierto o subrepticio, ni de participar en complicidades absurdas, te distancias de jueces y testigos.

Puedes disfrutar estando sola o acompañada, dejas de darle importancia a los efectos y te concentras en las causas, pues sabes que de ellas depende los efectos que vendrán a continuación, si tienes una profesión no puedes seguir ejerciéndola de igual manera, como todos los demás, sientes que puedes dar más y que ese proceso interno de comprensión que tanto te costó conseguir, tiene un propósito y que no puedes guardártelo, sino que puedes apoyar, acompañar y contribuir a personas que aún estén en la misma situación. No es lo mismo ejercer desde la teoría que desde la vivencia.  Comienzas a sintonizarte con tu misión de vida, a tener claridad y a guiarte por tu corazón, que aquello en lo cual por años, eras capaz de dedicarle muchas horas en el día y que el tiempo volaba no es sólo un hobby o un interés “adicional”,  sino que es el propósito de tu vida, ya no te importa las críticas de otros que aún no han despertado a aquello maravilloso que eres capaz de vislumbrar, no necesitas su aprobación ni su permiso, ya sabes que solo tú puedes vivir tu vida.

La magia de la vida

Sucede algo más, te sientes cada vez más unida a la vida misma, y si bien muchas personas pudieron simplemente desaparecer, sus recuerdos también comenzaron a esfumarse; y,  hoy más que nunca te sientes una con la vida misma y la magia comienza a brindarte sus destellos, las sincronías comienzan a surgir de fuentes inesperadas, la palabra justa, la frase adecuada, una melodía, un libro, una música, una persona, etc, tu vida comienza a fluir como nunca antes, las intuiciones son cada vez más frecuentes, te sientes inspirada y surgen nuevas personas en tu vida que vibran en la misma melodía. Cada día una nueva pared es derrumbada, no ya violentamente, sino que suave y silenciosamente y cada día te sorprendes. Y sí por alguna circunstancia te recuerdas del pasado, ahora lo haces desde una comprensión mayor, y ¡wow!, por fin te das cuenta que todo, todo en tu vida ha sido materia prima, simplemente estuvo allí para ayudarte en tu camino a que superaras una valla, un bloqueo, un límite y pudieras avanzar en tu camino evolutivo, agradeces hoy más que nunca a tu madre y a tu padre, que fueron los vehículos a través de los cuales pudiste llegar a la tierra, bendices todo el amor que te entregaron, intuyes el por qué los escogiste y cuál es el trabajo a superar. Ahora comprendes la razón de por qué los budistas hablan tanto de la “aceptación” y la “no resistencia”, lo que resiste persiste dicen.

Lograr crear una disciplina de vida que permita conectar con tu propia esencia es esencial, generar energía interna, sentir el pulso de la vida, vivir desde el corazón, saberte una con el cielo y la tierra, tener la certeza que el sol siempre está allí iluminando tu camino, saber que cada persona tiene su tiempo y que todos somos igualmente importantes, que ya no te importe tener la razón, sino sentirte en amor, respetar modos diferentes de manifestarse, amarte por como eres, quererte y reírte de tus errores, tomarte en serio y también no tan en serio, asumir la responsabilidad de tu vida y no cargársela a nadie más, disfrutar tu propia humanidad, tu vulnerabilidad, apreciar tus fortalezas, darte cuenta que no existe nadie en el universo que sea igual a ti, que eres una pieza única y valiosa, llena de belleza, que eres capaz de disfrutar de un atardecer como del canto de los pájaros, que amas la belleza de tus amigas, la individualidad de tu hijo que está buscando su propio camino, que comienzas a aprender cuando precisas estar y cuando simplemente desaparecer, que amas la belleza, que crees en la bondad, que a punta de errores comprendiste que el amor no se gana ni se obliga, que el amor no te quiere en la cuerda floja ni en la incertidumbre, y que un amor sano no te limita,  sino que siempre es capaz de contener y que ama que te expreses; ya recorriste el camino de los falsos amores y palabras vanas, ahora valoras más que nunca los cariños sinceros, ahora que sabes lo que significa la gratitud y que puedes apreciar con sinceridad cada etapa de tu vida, a todos con quienes hayas compartido, ya que fue el tránsito necesario para estar donde ahora estás.

Reflexión final

Ahora sé que sin haber vivido todo lo que he vivido no podría ser parte de lo que ahora soy, porque mis queridos amigos con humildad digo que soy parte de la nueva humanidad y que cada día de mi vida contribuiré como una semilla a plantar en el jardín de la vida lo que se necesita para crearla, porque tengo la profunda convicción y la confianza interna que la victoria es segura, pues el paraíso en la tierra es posible si vivimos desde el espíritu y honramos el templo viviente de nuestros cuerpos que están hechos en total perfección divina.

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