Seminarios Espirituales

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¡Qué lindo que es ser papá de hermanas!

Antes de que nacieran la Clarita y la Luisa me preocupaba un poco la manera en que cambiaría nuestra dinámica familiar, de cómo se sentiría la Ampi, de sus emociones y de cómo cambiaría nuestro tiempo, nuestra vida.

Que extraño debe ser la llegada de un hermano para un niño. Lo tomamos como algo súper común, quizás muchos de ustedes lo han vivido y de maneras muy distintas, pero yo al menos no viví nunca esperar la llegada de un hermano menor.

Intento ponerme en el lugar de un niño, en lo que puede pensar cuando ve que a su mamá le sale guatita que todos quieren tocar, como le ponen un líquido frotándole una máquina que hace un sonido raro, que todos hablen de una guagua que no puedes ver, que quizás ni siquiera te imagines, que de repente sientas que se mueve la pancita de la mamá y te digan que son patadas. No sería raro que se preguntara ¿Cómo habrá terminado ahí adentro? ¿Mi mamá se comió una guagua por eso patea para salir? Es que es super surrealista, es realmente impresionante que las mujeres puedan crear vida en su vientre, un verdadero milagro de la naturaleza, mi admiración eterna.

Ha pasado el tiempo, han crecido todas y a mí me emociona lo que se está construyendo. Es que se han ido conociendo, hay que tener en cuenta que uno no elige a los hermanos y, si se aburre, tampoco puede devolverlos o decir que se vayan a su casa. Como han crecido todas, han desarrollado más herramientas para interactuar. Ahora la Clarita puede jugar con la Ampi, aunque aún le cuesta compartir, pero bueno es parte de su etapa. La Luisa anda agarrando a besos a sus hermanas, y si les pasa algo es la primera en tener un beso y un abrazo para subir el ánimo. El otro día, la Clarita se pegó en la rodilla y nos sorprendió a todos cuando se acercó a darle un besito en la rodilla a su hermana para que se sintiera mejor. La Ampi, que no está yendo al colegio, se ha acercado un montón a sus hermanas chicas, me encanta ver como se han agarrado cariño, como se conectan, me hace pensar que como padres tenemos una importante tarea fomentando el vínculo entre los hermanos, generando espacios y situaciones para que compartan, para que conecten, para que sientan que pertenecen a una familia y que comparten a los mismos padres, que viven en la misma casa, que son compañeros de historias.

Es realmente emocionante verlas compartir, cuidarse, reírse y, porque no, pelear, enojarse y quitarse juguetes, ellas siempre van a ser el primer acercamiento con la convivencia, y sé que cada día que pasa aprenden un montón. Juegan juntas las tres, otras veces juegan dos, otras juegan solas. Algunas veces se andan buscando por la casa, otras veces se andan escapando de las hermanas para poder jugar un rato solas. Pasan los días y lo que más veo crecer es el amor que sienten entre ellas, mis preocupaciones se van desvaneciendo al ver lo bien que esto ha funcionado, es que es como que, ahora que son tres, son como un equipo y como familia somos una tribu. Cada uno aporta su singularidad, somos todos distintos y lo pasamos bien juntos, disfrutamos de nuestra compañía, ¡qué lindo que es ser papá de hermanas!

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