Seminarios Espirituales

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Porqué hago lo que hago…

¿Cómo llegué a estar criando 24/7? En realidad, no podría decir que fue mi elección.

Viví gran parte de mi vida en Santiago y, cuando estaba terminando la universidad, me vine a Chillán enamorado. Busqué un trabajo “convencional” de esos que te meten 8 horas al día en la oficina, pero no llegó. Tuve algunos trabajos como independiente que agradezco mucho, tuve momentos que me tomé muy en serio la falta de trabajo y que podría haber disfrutado más. Ahora veo todo el proceso como una enorme bendición. Soy un papá que ha tenido la fortuna de estar en la casa, que ha podido ver crecer, que ha podido encantarse con las etapas, que ha podido conectar.

Por mucho tiempo me sentí inseguro de mis capacidades, de mi importancia en el mundo y de mi potencial para cambiar la realidad. Admito que aún queda un poco de eso. Criar me ha hecho crecer, criar me está dando fuerza, criar me ha hecho querer aprender y, siento humildemente, que criar me ha hecho mejor.

Escribo con mucho amor acerca de mi experiencia como papá, de lo lindo que ha sido, de la felicidad que me provoca. Siento una necesidad inmensa de comunicar acerca del respeto en la crianza, del amor, de las emociones, de la vida y sus enseñanzas, pero también de las dificultades, de las tensiones, de las inseguridades, del cansancio y la superación. 

No me gusta la idea de papás perfectos, prefiero los papás conscientes. Los que cometemos errores. Nos equivocamos, pero nos damos cuenta y vamos mejorando, pedimos perdón y crecemos, porque equivocarnos nos pasa a todos, pero pedir perdón y sanar es de valientes. 

Me gustan las conversaciones sinceras, que podamos hablar con nuestros hijos cuando nos ha ido bien, pero también cuando nos hemos equivocado, que aprendan con nuestro ejemplo que nos sentimos mejor cuando verbalizamos, cuando conversamos, cuando nos acompañamos. Que gusten de relacionarse con otros desde la cercanía y la empatía, desde la bondad, que no sigan por seguir, que no obedezcan por obedecer, que se pregunten, que nos cuestionen, que sean curiosos y que quieran buscar su verdad, que sean valientes y que sigan sus convicciones. Quiero crecer día a día para ser ese ejemplo.

El mensaje es sencillo: tratemos a nuestros hijos, a los niños, a los adolescentes, a los adultos y a todos los seres vivos, como nos habría gustado ser tratados, desde nuestros propios recuerdos, nuestra propia experiencia, tratémonos con amor. La práctica es más compleja, pero comencemos con un compromiso, aunque sea implícito. Un compromiso de observar en consciencia lo que pensamos, lo que decimos y nuestros actos partiendo por lo que pensamos de nosotros mismos, lo que decimos de nosotros al comunicarnos y lo que nos hacemos, y siguiendo por lo que pensamos de los otros, lo que decimos de los otros y lo que le hacemos a los otros.

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