Naturaleza Sanadora

 
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Sí, sanadora  y a pesar de que nosotros no la hemos sabido tratar, ella nos sigue entregando sus cuidados.

Desde hace algunos años, no recuerdo exactamente cuánto, la idea de salir de la ciudad para instalarme en un lugar donde los árboles, las flores, los aromas y ruidos sean más cercanos a los de la naturaleza que al de la urbe me ha empezado a resonar con fuerza.

Primero partió con el deseo de vivir en una casa, apegada a la tierra, donde pudiera ver y oír a los pájaros, tener limones y cobijarme bajo una sombra en verano. También para hacer y usar mi compost y sentir la pulsión de la vida en la tierra con su variedad de seres diminutos.

Salir de la ciudad

Por bastante tiempo fue suficiente pero luego vino el deseo de salir de la ciudad, buscar un espacio más calmado, silencioso y tranquilo. Donde el gris del pavimento desaparezca y se cambie por el verde del pasto o café de la tierra y así despedir al estrés y dar la bienvenida a la tranquilidad.

Y esto ¿por qué? ¿Qué me puede dar un entorno como el campo, la montaña, la playa, un lago o un bosque? Algo sabía mi intuición, pero mi cabeza quería ideas más claras y la respuesta es que la naturaleza es sanadora.

Cualquier persona que ha abrazado un árbol sabe que la energía que entrega es poderosa y nos fortalece, quien camina descalzo sobre el pasto o la tierra sabe que se planta más firme sobre la vida, quien se baña en un río o en el mar siente que esta se lleva la pena o que basta escuchar el arrullo del agua para sentirse más calmado y hasta comenzar a dormir mejor.

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“Somos parte de la ‘Madre tierra’, pero hemos vivido los últimos siglos desafiándola, sin darnos cuenta que los únicos perjudicados somos nosotros”

Naturaleza Sanadora

Sí, es sanadora y a pesar de que nosotros no la hemos sabido tratar, ella nos sigue entregando sus cuidados. Y es que aunque no lo veamos ella tiene sus ritmos. Nuestro reloj biológico se regula en función de la luz (lo que se llama ritmo circadiano) y secretamos una hormona que se activa al caer la noche y es la que nos invita a dormir. También si estamos nerviosos e inquietos ella puede ser nuestro “terapeuta” ¿o acaso no te ha has sentido mejor mirando como la brisa mece las hojas? El efecto es de calma, relajo, paz…

Eso pasa porque nuestro cuerpo puede regular sus ritmos con los de nuestro entorno. También sus colores y aromas nos motivan y seguro que conocemos a alguien que se alegra solo con mirar una flor o al sentir el olor del eucalipto, la lavanda o el jazmín.

El ser humano tiene esta sabiduría en su ser, lo olvida, pero está ahí. Por eso los niños quieren disfrutar y sentir la lluvia o cuando sale un poco el sol, luego del invierno, las personas se vuelcan a los parques a disfrutar incluso del más pequeño espacio verde.

Hay quienes se han observado y conectado tan poco que solo sienten que no les gusta el invierno pero no se dan cuenta que lo que les ocurre es que les afecta la falta de luz, esto tiende a deprimir su estado de ánimo y vuelven a sentirse bien apenas llega la primavera.  Así de sensible somos a lo que pasa alrededor.

Todo esto ocurre porque somos parte de la “Madre tierra”, pero hemos vivido los últimos siglos desafiándola, sin darnos cuenta que los únicos perjudicados somos nosotros. Ella encontrará la forma de recuperar su equilibrio ¿cómo?, ¿el cambio climático?, ¿la pandemia? Quizá, no lo sé, pero trabajar por cuidarla y respetarla es un acto de sobrevivencia para la humanidad y de agradecimiento hacia ella por los muchos dones que nos regala cada día.

Claudia Contreras

Mi nombre es Claudia Contreras, periodista de profesión, orfebre aficionada y tarotista porque la vida así lo quiso y yo acepté el reto. Soy columnista de libros y lo fui de medioambiente, también he trabajado en revistas y radios. Aún ejerzo como comunicadora y aunque  todo esto puede ser muy distinto con el tiempo me he dado cuenta que nada sobra y todo es parte de un mismo camino. ¿Quién soy? Soy una aprendiz.

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