El mensaje del agua
Antes no me gustaba la lluvia. Me ponía triste y me provocaba una sensación de frío muy profunda.
Por suerte ya no es así.
No es que me sienta en éxtasis cuando veo que comienzan a caer algunas gotas, pero lo cierto es que ahora las disfruto. Me gusta sentir el sonido que produce cayendo sobre las cosas y ver cómo limpia las hojas de los árboles y el aire o cómo los pájaros se reúnen a tomarla en cualquier charco que encuentran. Ambos la disfrutan y la necesitan.
Si está presente sabemos que hay vida, por ejemplo en el caso de las plantas están compuestas en casi un 90% de agua, los humanos en tres cuartas partes y nuestro mundo tiene más océanos que tierra. Por donde uno mire su presencia o ausencia se hace sentir.
Recuerdo que me sorprendió mucho cuando siendo muy niña supe que la luna tenía un efecto en las mareas. Vivía muy cerca del mar y me parecía increíble que algunas veces su presencia o invisibilidad afectara el mar aumentando o no la playa según su presencia.
Ya más grande me pregunté cómo afectaba la luna a las personas si tenemos tanta en nuestro interior y como todo tiene su tiempo la respuesta llegó cuando pude entenderlo mejor. Casi por casualidad cayó en mis manos un libro que no hablaba sobre la luna pero sí del efecto de nuestras palabras sobre en este líquido: Los mensajes ocultos del agua, escrito por el japonés Masaru Emoto.
El mensaje oculto del agua
El japonés puso bajo sendos vasos de agua papeles con palabras como amor, paz, odio y guerra, entre otros. Los dejó por algunas horas congelar y luego observó los cristales del líquido intencionado bajo un microscopio y así descubrió que estos mensajes la afectaban. En los que eran amables y positivos se veían los cristales de agua enteros, mientras que los otros aparecían deformes y dañados. La conclusión ya debe estar en sus cabezas y ojalá en sus corazones: Lo que decimos a los demás afecta “su agua interior”.
Tenemos el poder de hacer brillar a otros o de dañarlos. Quizá hay quienes dirán que es pura palabrería y no tiene base científica. La verdad no me importa. Yo le creo, porque una palabra hiriente nunca va a sacar lo mejor de otra persona, en cambio una amable sí. Prefiero hablar con suavidad a un animal o una planta que gritarles, prefiero llenar de amor el agua que tomo para así seguir llenándome de él. Por eso ahora también recibo con amor la lluvia y le agradezco su presencia para que cuando caiga sobre otros ellos reciban un mensaje positivo.
Reflexión Final
Mientras escribo estas palabras la lluvia cae intensamente, llenando los mismos lagos y ríos que hemos secado y asegurándonos que a pesar de estos días difíciles de encierro y enfermedad tendremos una primavera luminosa y colorida.