Los árboles no dejan ver el bosque
¿Cuánto significa un árbol para ti? ¿Qué estarías dispuesto a entregar por ellos?
Esas preguntas pueden parecer fuera de lugar en nuestra sociedad pero hay quienes están dispuestos a sacrificarse, a vivir por días en el barro, soportar la lluvia y los mosquitos, a enfrentar la amenaza del avance de unas máquinas que no pararán hasta cumplir su objetivo: destruir un bosque de grandes eucaliptus.
Sabiduría Aborígen
Eso no es ficción, es el relato de lo que ocurrió hace algunas semanas en Australia, en Nueva Gales del Sur, cuando un grupo de aborígenes Gumbaynggirr, decidió instalarse para proteger ese lugar por su valor cultural y medioambiental. Esa ha sido su tierra no por siglos, por miles de años y valoran la existencia de esos bosques.
No es la primera vez que un pueblo nativo demuestra tal entrega y conexión con los árboles y la naturaleza en general, que lucha y exige respeto frente a la ceguera de los que solo ven en ellos un material de consumo o un terreno explotable. Me pregunto ¿por qué nos cuesta tanto ver lo que ellos ven? Hay una conexión invisible y profunda con su entorno que nosotros en nuestras ciudades ruidosas y grises hemos perdido.
Nada representa mejor esta filosofía para mí que las palabras del jefe Seattle. Este representante de la tribu de los Swamish envió una carta en 1854 al presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, en respuesta a su oferta de comprar su territorio.
En forma casi poética y con profunda convicción expresó: “Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo, cada aguja brillante de pino, cada grano de arena de las riberas de los ríos, cada gota de rocío entre las sombras de los bosques, cada claro en la arboleda y el zumbido de cada insecto son sagrados en la memoria y tradiciones de mi pueblo”.
La conexión y el amor
¿Cómo se logra ese amor tan profundo y esa convicción de que estamos conectados? ¿La tuvimos alguna vez? Sí, así como los celtas a los mapuches (que significa gente de la tierra) distintas tribus y pueblos en diferentes épocas han vivido conectadas con su entorno y haciendo especialmente de los bosques lugares sagrados.
Ellos han sabido lo que la ciencia “comprobó” en un estudio de la científica y ecóloga Suzzane Simard hace unos pocos años, que los árboles en un bosque se comunican entre sí. Incluso se apoyan cuando están en riesgo y se alertan de situaciones que pueden afectarlos. Y lo que es más llamativo, al menos para mí, es que esto ocurre aunque sean de distintas especies. Esa conexión colaborativa se da a través de sus raíces.
Y ahora ¿qué más necesitamos para entenderlo? La naturaleza una vez más nos da ejemplo de cómo debemos vivir entre nosotros. Hay pueblos que lo saben, quizá ya sea el momento de escuchar su ancestral sabiduría y reverenciar cada árbol por la profunda hermandad que nos muestran y comenzar a practicarla entre humanos.
La tesis central del autor es que todos podemos llegar a experimentar la iluminación, tomando conciencia de nuestro ego limitante e insaciable. Al observar nuestro ego podemos salir de él y del sufrimiento que provoca. Sólo así es posible abrazar el Ahora y vivir el presente ya que es lo único que tenemos…