Sonidos para el estrés
Una vez tuve la fortuna de dormir en un lugar donde mi ventana estaba sobre el mar que golpeaba las rocas.
Esa noche no me importó el frío, las dejé abiertas de par en par para sentir ese sonido que era como un arrullo que me relajaba. Todavía cuando lo recuerdo siento una sensación de bienestar que me invade. Es la misma que me acoge cuando al abrir las mañanas oigo el canto de los pájaros. Inspiro profundo y sonrío.
Es cierto que también puedo sentir el ruido de la ciudad, un poco menos en estos tiempos de pandemia, pero si me concentro solo en lo que me gusta me siento gratificada y llena de energía.
Este privilegio no es solo mío, es de todos. La naturaleza tiene un poder indiscutido y para muchos desconocido: el de hacernos sentir bien. No hablo de sus manifestaciones más poderosas como huracanes y erupciones las que también pueden fascinar con su inmensa energía, sino que me refiero a esa que está en calma.
Sonidos mágicos
De alguna manera sonidos como el de las olas del mar, el de un río o ese curioso seseo que se siente en el desierto logran casi mágicamente que nuestro estrés disminuya. Pero no es magia, es algo que en realidad ocurre. Incluso la ciencia ha reconocido sus beneficios en materia de salud mental. Fue el 2014 cuando un grupo de especialistas de la inglesa Universidad de Exeter concluyó que es beneficioso y estimulante vivir cerca de áreas verdes. Uno de sus autores fue Mathew White, del Centro Europeo para el Medio Ambiente y la Salud Humana de esa casa de estudios, quien destacó que las personas que lo hacen presentan menos casos de depresión o ansiedad.
Incluso en estos tiempos de Coronavirus algunos médicos, también en Inglaterra y de ciudades como Londres y Liverpool, recomiendan a sus pacientes acercarse a espacios naturales para reducir emociones como las mencionadas.
Así es. Y ese efecto sanador también pasa cuando cerramos los ojos y ponemos música o grabaciones con sonidos naturales. El entorno desaparece y solo estamos nosotros transportados a un espacio único y sanador. De ese “viaje” volvemos renovados y es por eso que se usa en muchas meditaciones o para lograr un mejor descanso.
El conocimiento profundo de la naturaleza
Bien poco sabía yo de todo eso la noche que junto a las rocas dormí acompañada por el sonido del mar. O cuando aproblemada he sentido el impulso de caminar por un parque, una plaza o una calle con árboles para calmar mis tormentas interiores y sentir, solo sentir, lo que me rodea. Siempre vuelvo más calmada, quizá no con una solución pero sí con algo más de quietud para enfrentar el momento.
Pero en el fondo sí lo sabía, porque ese conocimiento profundo está en nosotros, porque sabemos que estamos intrínsecamente unidos a nuestro entorno y que lo que le hacemos a la naturaleza nos lo hacemos a nosotros mismos.
Cuidarla es cuidarnos, amarla es amarnos, oírla es oír nuestro interior. Sus sonidos resuenan en nuestro interior y despiertan frecuencias armoniosas. Cuando nos alineamos con ella y con su orden nosotros también lo estamos.
Vaya que tiempos los que estamos viviendo, un bombardeo de noticias por segundo que irrumpen en la tranquilidad de nuestras vidas, libertades de personas sanas restringidas en horarios, decisiones incluso en los medios de consumo, ingresos, trabajo, toques de queda, pareciera que estamos inmersos en una película surrealista, cuando salgo a las calles y veo seres enmascarados, niños, ancianos y a veces calles simplemente vacías…